Razones de las mujeres para recurrir a la prostitución

Brenda Borrero 19 de septiembre de 2022

La prostitución es un negocio casi tan viejo como el propio ser humano, y se basa en una relación tan sencilla pero eficiente que le ha permitido vivir hasta ahora: oferta y demanda. Desde siempre, el hombre ha tenido la tentación de poseer a la mujer. Si no podía conseguirlo por la fuerza, algo que ya estaba penado hace mucho tiempo, lo intentaba a cambio de dinero o bienes. El sexo siempre ha sido una parte imprescindible de las relaciones entre hombres y mujeres, hasta el punto de que en muchos casos ha marcado incluso el rumbo de un país. El deseo sexual es a veces irrefrenable, y nos hace cometer locuras, pero los hombres buscaron la manera de canalizar todo aquello, a través de la prostitución. Son las mujeres las que se exponen para que los deseos carnales de los hombres queden satisfechos, porque como pasaba antes sigue ocurriendo ahora, y el cliente tipo casi siempre es masculino.

La prostitución ha ido cambiando con el tiempo, como cambian todos los negocios, adaptándose a las épocas, sobreponiéndose a guerras, hambrunas y demás. Actualmente, la prostitución sigue siendo un negocio muy lucrativo para ciertas mafias, que obligan a las mujeres a entregarse a los clientes. En cambio, los informes sobre este sector apuntan a que cada vez hay más mujeres que entran en el negocio del sexo de pago por su propio pie. Nadie las obliga a ser trabajadoras sexuales, sino que lo hacen de forma independiente, por su cuenta, buscando seguramente dinero rápido y fácil. Desde los medios siempre se suele dar una visión muy encorsetada de la prostitución, como un sector oscuro en el que solo hay esclavitud sexual, y aunque en ocasiones es así, no todas las chicas están obligadas a prostituirse. Ante esta información, que para muchos es reveladora, toca hacerse una pregunta trascendental: ¿qué lleva a una mujer a querer ser prostituta? En este artículo vamos a intentar dar respuesta a esto, profundizando en las motivaciones y las razones que pueden mover a cualquier chica a dejar su estilo de vida y convertirse en una trabajadora sexual.

Un trabajo marginado y señalado

Y es que cuando somos pequeños y soñamos con nuestro trabajo perfecto, seguramente ninguna mujer responda que ella siempre ha querido ser prostituta. Todas se imaginan como doctoras, veterinarias, actrices, modelos o cantantes. Sirvan estas tres últimas profesiones para entender también el hecho de estar expuestas, desde siempre, a la sexualización. Se naturaliza el sacarle partido a esa belleza, y eso también hace que en un momento dado, las chicas tomen la decisión de convertirse en amantes profesionales. El trabajo de prostituta ha sido siempre marginado, y estas mujeres son señaladas como parte del mal de la sociedad. A veces, un mal necesario, como opinaban en la Edad Media, donde estas mujeres se convertían en la compañía perfecta para los hombres que buscaban más sexo. En lugar de violar a “mujeres de bien”, estos hombres acudían a los burdeles para saciar sus deseos carnales, y la sociedad miraba para otro lado… casi siempre.

Las necesidades económicas, el motivo más importante

El sexo de pago puede dejar mucho dinero a aquellas chicas que lo llevan a cabo por su cuenta. En muchos casos, también se tienen que enrolar en algún burdel, para que los clientes lleguen más fácilmente a ellas, sabiendo así cómo encontrarlas. En este tipo de negocio, el pago será mitad y mitad, siempre que la chica esté por voluntad propia, claro está. Aun así, cuando se realizan muchos servicios al día, el pago puede ser de miles de euros al mes, una cantidad muy complicada de conseguir en otro tipo de trabajos. Y es que una prostituta debe tener unas cualidades muy específicas para ser buena en este trabajo, pero la cualificación es, al menos al principio, lo de menos. Los hombres buscan a mujeres atractivas, cariñosas y que sepan tratarles bien. Lo demás ya viene solo, con la experiencia.

Las necesidades económicas se han vuelto mucho más acuciantes en los últimos tiempos. Hay muchas mujeres que han perdido sus puestos de trabajo, por culpa de la crisis o de la pandemia. Otras están necesitando dinero de manera urgente para poder pagar deudas, hipotecas, facturas y demás. Y en esa situación desesperada, muchas recurren a este trabajo, porque saben que es una forma de ganar dinero fácil. De hecho, para la mayoría de prostitutas, el dinero es la única razón por la que están en este negocio. Y es algo que ocurre con muchos otros oficios, es cierto, pero la prostitución tiene esa connotación moral que la separa del resto. Antes de entrar en él, las mujeres se preguntan si vale la pena sacrificar su honra, su moral, vendiendo su cuerpo…

Riesgo de exclusión

Esta motivación va muy relacionada con la anterior, y es que al final el riesgo de exclusión viene dado, en muchos sentidos, por el riesgo de pobreza. Las necesidades económicas acuciantes hacen que una mujer pueda verse empujada a convertirse en trabajadora sexual, pero es en realidad el miedo a quedar en la calle, a perder su casa y todo lo que tiene, lo que determina esta decisión. Tradicionalmente, las prostitutas solían ser mujeres que procedían de los estratos más bajos de la sociedad. Durante siglos fueron incluso esclavas, retenidas contra su voluntad y utilizadas como mercancía por sus amos. Ante la imposibilidad de estudiar o conseguir una buena formación, estas chicas no tenían más remedio que enrolarse en este oficio.

Actualmente las cosas han cambiado, pero sigue habiendo problemas para que muchas mujeres puedan encontrar un trabajo digno. Esto hace que, por ejemplo, las inmigrantes que llegan sin saber el idioma y en busca de una vida mejor muchas veces terminen prostituyéndose como única manera de ganar dinero. Las mujeres que nacen ya en familias con riesgo de exclusión social viven en un ambiente mucho más complejo y tienen más opciones de terminar también como trabajadoras sexuales. De hecho, a veces este tipo de trabajos se “heredan” de madres a hijas, aunque las prostitutas traten de evitar por todos los medios que sus crías terminen como ellas. A veces no hay mucha más alternativa, y eso hace que este trabajo esté lleno también de mujeres con pocos estudios o baja cualificación para otros trabajos.

En busca del empoderamiento

Las razones para que una mujer decida convertirse en prostituta son muy variadas, y tampoco podemos dejar fuera las que no tienen que ver con las necesidades y la exclusión social. Las chicas universitarias, por ejemplo, encuentran en este trabajo una forma de empezar a tomar sus propias decisiones con su propio dinero. Una mayor independencia de sus padres, un mayor empoderamiento. De hecho, en los últimos años está aumentando mucho el número de chicas jóvenes que deciden convertirse en escorts y acompañantes de lujo, ofrezcan o no servicios sexuales. Otras mujeres han entendido que el sexo puede ser otro servicio más dentro de sus opciones para trabajar, y si ofrecen su creatividad, o su fuerza a la hora de realizar otros trabajos, ¿por qué no aprovechar también esa parte más sensual?